El fraude somalí de Minnesota expone todo lo que está mal en el gobierno. Los políticos y sus administradores gastan el dinero de otras personas (de los contribuyentes) para avanzar en sus propios intereses —hacerse elegir y reelegir a sí mismos y a su partido apoyando a un grupo étnico que vota en bloque— bajo la apariencia de apoyar un supuesto bien, en este caso el cuidado infantil, el cuidado del autismo y la ‘salud’ en un sentido amplio. Cuando este fraude se combina con un sistema que permite a un votante ‘verificar’ hasta ocho votantes más que no tienen que mostrar identificación estatal o federal, en el mejor de los casos destruyes la confianza del pueblo estadounidense en nuestro sistema democrático de votación, y, en el peor de los casos, has amañado las elecciones. La única forma de que esto se detenga es que los responsables sufran severas consecuencias penales y que haya un sistema de auditoría interna federal donde cazadores de recompensas ciudadanos privados que encuentren fraude ganen recompensas equivalentes a un porcentaje del engaño identificado. El momento de arreglar nuestro sistema roto es ahora.